viernes, 27 de marzo de 2015

Se llama poesía todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles
Por Aldo Pellegrini

Publicado en Poesía = Poesía Nº 9 Agosto de 1961, Buenos Aires


La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.
Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud poética: la inocencia. Y en el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.
Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.
Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. Es ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo así como la poesía. En esa poesía que ellos usan, la palabra y la imagen se convierten en elementos decorativos, y de ese modo se destruye su poder de incandescencia. Así se crea la llamada "poesía oficial", poesía de lentejuelas, poesía que suena a hueco.
La poesía no es más que esa violenta necesidad de afirmar su ser que impulsa al hombre. Se opone a la voluntad de no ser que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los otros que se manifiesta en quienes ejercen el poder.
Los imbéciles viven en un mundo artificial y falso: basados en el poder que se puede ejercer sobre otros, niegan la rotunda realidad de lo humano, a la que sustituyen por esquemas huecos. El mundo del poder es un mundo vacío de sentido, fuera de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de expresarse sino un modo de participar en la realidad misma. Recurre a la palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad sino participa de ella misma.
La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tiene el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad.
La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.

sábado, 14 de marzo de 2015

PSICOANÁLISIS Y POESÍA – MARZO 2015-

 “Ningún puente es pensable, hay que saltar, este salto es el guardián y la prueba del umbral analítico”. “Pienso donde no soy, soy donde no pienso” Jacques Lacan

En la trayectoria de una cura, la causa puede identificarse con lo que queda por decir.
El ser de cada uno de nosotros se constituye. Por eso decimos que en análisis el hombre no progresa, cambia.
Un psicoanalista tiene que arreglar el mundo psíquico del paciente, e interpretar los deseos inconscientes que se juegan en la vida y en las relaciones del paciente. No tiene que arreglar la vida del paciente, eso lo tiene que hacer el paciente. El paciente con toda la información sobre sí, con esa verdad sobre su propia vida, todavía tendrá que transformar su vida.
No es el psicoanalista el que transforma la vida del paciente, es una decisión del paciente.
Desde el escrito anterior, venimos trabajando todo aquello que se opone al trabajo terapeútico, es decir al esclarecimiento de los síntomas y a la progresión de la cura.
Vimos el concepto de resistencia, como todo aquello que en los actos y palabras del analizado se opone al acceso de éste a su inconsciente.
Al principio Freud intentó vencer este obstáculo mediante la insistencia, (fuerza de sentido opuesto a la resistencia) y la persuasión, antes de reconocer en él un medio de acceso a lo reprimido y al secreto de la neurosis, en efecto, en la resistencia y la represión se ven actuar las mismas fuerzas. En este sentido, todo el avance de la técnica analítica ha consistido en una apreciación más justa de la resistencia, es decir, del hecho clínico, que no basta comunicar a los pacientes el sentido de sus síntomas para que desaparezca la represión.
Es sabido que Freud consideró como características específicas de su técnica, la interpretación de la resistencia y la de la transferencia. Es más, la transferencia, debe considerarse en parte como una resistencia, en la medida en que reemplaza el recuerdo verbalizado por la repetición actuada, a esto debe añadirse que la resistencia utiliza la transferencia, pero no la constituye.
Encontramos aquí dos elementos de explicación: la resistencia viene regulada por su distancia respecto a lo reprimido, por otra parte, corresponde a una función defensiva. Posteriormente se hace recaer el acento en la defensa ejercida por el yo. El inconsciente, es decir, lo reprimido, no opone ningún tipo de resistencia a los esfuerzos de la cura, de hecho, sólo tiende a vencer la presión que actúa sobre él y abrirse camino hacia la conciencia, o hacia la descarga mediante la acción real.
No obstante Freud se rehusó asimilar el fenómeno de la resistencia a los mecanismos de defensa inherentes a la estructura del yo. De este modo la pregunta era ¿qué resiste? Reconociendo como obstáculo último al trabajo analítico una resistencia radical.
Era necesario postular la existencia junto a la repetición de las necesidades, de una necesidad de la repetición, radicalmente distinta y más fundamental.
Aunque Freud reconoce que la compulsión a la repetición no puede detectarse en estado puro, sino que aparece siempre reforzada por motivos que obedecen al principio de placer, concederá cada vez mayor importancia a este concepto hasta el final de su obra y finalmente en un texto posterior “Inhibición, Síntoma y Angustia” -1926, ve en la compulsión a la repetición el tipo mismo de resistencia propia del inconsciente.
Con esto pone verdaderamente en tela de juicio, el predominio del principio de placer.
Así Freud, rompe con la idea de que el ser humano busca su bien. (continuará)

Lic. Lucía Serrano – Poeta y Psicoanalista.

Pedir entrevista: 4-749-6127- 15-5040-2292

sábado, 7 de marzo de 2015

ESTRATEGIAS DEL DESEO

Las palabras no pueden decir la verdad 
la verdad no es decible 
la verdad no es lenguaje hablado 
la verdad no es un dicho 
la verdad no es un relato 
en el diván del psicoanalista 
o en las páginas de un libro. 
Considera, pues, todo lo que hemos hablado tú y yo 
en noches en vela
en apasionadas tardes de café
- London, Astoria, Arlequín-
sólo como seducción
en el mismo lugar que las medias negras
y el liguero de encaje:
estrategias del deseo. 


CRISTINA PERI ROSSI

La llama doble: Octavio Paz

Octavio Paz, La llama doble. Amor y erotismo (México: Seix Barral, 2000)

La llama doble es un ensayo poético. Como el mismo Octavio Paz lo señala en el prólogo, este libro tiene relación con un poema que escribió anteriormente: Carta de creencia. La llama doble es el amor y el erotismo, asociados, por supuesto, a la sexualidad:

No hay amor sin erotismo como no hay erotismo sin sexualidad. Pero la cadena se rompe en sentido inverso: amor sin erotismo no es amor y erotismo sin sexo es impensable e imposible.
El nobel mexicano explora el sentimiento amoroso a través de la historia: "Los reinos de Pan", "Eros y Psiquis", "Prehistoria del amor", "La dama y la santa", "La plaza y la alcoba", entre otros. Por ejemplo, nos recuerda que el primer poema de amor es obra de Teócrito: La hechicera, escrito en el primer cuarto del siglo III a. de C., en él se cuenta la historia de un hombre, Delfis, que abandona a su amante, Simetha. Ella está muy enamorada y quiere que él regrese, así que planea, junto a Testilis (su sirvienta), un hechizo (el rito negro) para conseguir que vuelva. El estribillo que repiten mientras llevan a cabo el conjuro dice: pájaro mágico, devuélveme a mi amante, tráelo a mi casa. "El furor amoroso de Simetha, dice el escritor, parece inspirado por Pan, el dios sexual de pezuñas de macho cabrío, cuyo hálito sacude follajes y provoca el delirio de las hembras. Sexualidad pura". Simetha sufre "...la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura".

Una parte muy bella es cuando nos habla del ritual del amor cortés, nos dice que era una ficción poética, "una regla de conducta y una idealización de la realidad social. Así, es imposible saber cómo y hasta qué punto sus preceptos se cumplían. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los trovadores eran poetas de profesión y sus cantos expresaban no tanto una experiencia personal vivida como una doctrina ética y estética (...) Esas canciones, frescas como el amanecer, iluminarían a la lírica europea, de los ruiseñores de Shakespeare a las alondras de Lope de Vega".

El despliegue en este libro es enorme, pasamos por personajes de ficción y escritores, como Tristán e Isolda, Dante y Beatriz, Petrarca y Laura (que era antepasada del marqués de Sade), Donne, Quevedo, Lope de Vega, Ronsard, Julieta, Ofelia, Marco Antonio, Otelo, Balzac "y su galería de enamoradas y enamorados", la duquesa de Langeais, y muchos más, en una palabra: recorremos de su mano la historia de occidente. Al final expresa su poética, una síntesis, digamos, de todo lo que este estudio nos ofrece:

El encuentro erótico comienza con la visión del cuerpo deseado. Vestido o desnudo, el cuerpo es una presencia: una forma que, por un instante, es todas las formas del mundo. Apenas abrazamos esa forma, dejamos de percibirla como presencia y la asimos como una materia concreta, palpable, que cabe en nuestros brazos y que, no obstante, es ilimitada. Al abrazar a la presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia. Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una lámpara y pronto vuelta a la noche, el brillo de un muslo, la sombra que desciende del ombligo al sexo. Cada uno de estos fragmentos vive por sí solo pero alude a la totalidad del cuerpo. Ese cuerpo que, de pronto, se ha vuelto infinito. El cuerpo de mi pareja deja de ser una forma y se convierte en una substancia informe e inmensa en la que, al mismo tiempo, me pierdo y me recobro. Nos perdemos como personas y nos recobramos como sensaciones.

El tiempo del amor no es grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante.


Sala de psicopatología
De: Alejandra Pizarnik, Poesía Completa - Lumen

Después de años en Europa
Quiero decir París, Saint-Tropez, Cap
St. Pierre, Provence, Florencia, Siena,
Roma, Capri, Ischia, San Sebastián,
Santillana del Mar, Marbella,
Segovia, Ávila, Santiago,
y tanto
y tanto
por no hablar de New York y del West Village con ras-
tros de muchachas estranguladas
-quiero que me estrangule un negro -dijo
-lo que querés es que te viole -dije (¡oh Sigmund! con
vos se acabaron los hombres del mercado matrimonial que frecuenté
en las mejores playas de Europa)
y como soy tan inteligente que ya no sirvo para nada,
y como he soñado tanto que ya no soy de este mundo,
aquí estoy, entre las inocentes almas de la sala 18,
persuadiéndome día a día
de que la sala, las almas puras y yo tenemos sentido, tenemos des-
tino,
-una señora originaria del más oscuro barrio de un pueblo que no
figura en el mapa dice:
-El doctor me dijo que tengo problemas. Yo no sé. Yo Tengo algo
aquí (se toca las tetas) y unas ganas de llorar que mama mía.
Nietzsche: "Esta noche tendré una madre o dejaré de ser."
Strindberg: "El sol, madre, el sol."
P. Eluard: "Hay que pegar a la madre mientras es joven."
Sí, señora, la madre es un animal carnívoro que ama la vegetación
lujuriosa. A la hora que la parió abre las piernas, ignorante del sentido
de su posición destinada a dar a luz, a tierra, a fuego, a aire,
pero luego una quiere volver a entrar en esa maldita concha,
después de haber intentado nacerse sola sacando mi cabeza por mi
útero
(y como no pude, busco morir y entrar en la pestilente guarida de
la oculta ocultadora cuya función es ocultar)
hablo de la concha y hablo de la muerte,
todo es concha, yo he lamido conchas en varios países y sólo sentí
orgullo por mi virtuosismo -la mahtma gandhi del lengüeteo, la Ein-
stein de la mineta, la Reich del lengüetazo, la Reik del abrirse camino
entre pelos como de rabinos desaseados -¡oh el goce de la roña!
Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos y hasta besan al lepro-
so, pero
¿se casarían con el leproso?
Un instante de inmersión en lo bajo y en lo oscuro,
sí de eso son capaces,
pero luego viene la vocecita que acompaña a los jovencitos como
ustedes:
-¿Podrías hacer un chiste con todo esto, no?
Y
sí,
aquí en el Pirovano
hay almas que NO SABEN
por qué recibieron la visita de las desgracias.
Pretenden explicaciones lógicas los pobres pobrecitos, quieren que
la sala -verdadera pocilga- esté muy limpia, porque la roña les da te-
rror, y el desorden, y la soledad de los días habitados por anti-
guos fantasmas emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la
infancia.
Oh, he besado tantas pijas para encontrarme de repente en una sala
llena de carne de prisión donde las mujeres vienen y van hablando de
la mejoría.
Pero
¿qué cosa curar?
Y ¿por dónde empezar a curar?
Es verdad que la psicoterapia en su forma exclusivamente verbal es
casi tan bella como el suicidio.
Se habla.
Se amuebla el escenario vacío del silencio.
O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
-¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman pensar. Asisto al ina-
gotable fluir del murmullo. A veces -casi siempre- estoy húmeda. Soy
una perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así y coger-
me a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos (que sin duda
me la chuparán) a fin de que me exorcisen y me procuren una buena
frigidez.
Húmeda.
Concha de corazón de criatura humana,
corazón que es un pequeño bebé inconsolable,
"como un niño de pecho he acallado mi alma" (Salmo)
Ignoro qué hago en la sala 18 salvo honrarla con mi presencia
prestigiosa (si me quisieran un poquito me ayudarían a anularla)
oh no es que quiera coquetear con la muerte
yo quiero solamente poner fin a esta agonía que se vuelve ridícula a
fuerza de prolongarse,
(Ridículamente te han adornado para este mundo -dice una voz
apiadada de mí)
Y
Que te encuentres con vos misma -dijo.
Y yo dije:
Para reunirme con el migo de conmigo y ser una sola y misma enti-
dad con él tengo que matar al migo para que así se muera el con y, de
de este modo, anulados los contrarios, la dialéctica supliciante finaliza en
la fusión de los contrarios.
El suicidio determina
un cuchillo sin hoja
al que le falta el mango.
Entonces:
adiós sujeto y objeto,
todo se unifica como en otros tiempos, en el jardín de los cuentos
para niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
ese jardín es el centro del mundo, es el lugar de la cita, es el espacio
vuelto tiempo y el tiempo vuelto lugar, es el alto momento de la fusión
y del encuentro,
fuera del espacio profano en donde el Bien es sinónimo de evolu-
ción de sociedades de consumo,
y lejos de los enmierdantes simulacros de medir el tiempo median-
te relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
lejos de las ciudades en las que se compran y se vende (oh, en ese jar-
dín para la niña que fui, la pálida alucinada de los suburbios malsanos
por los que erraba del brazo de las sombras: niña, mi querida niña que
no has tenido madre (ni padre, es obvio)
De modo que arrastré mi culo hasta la sala 18,
en la que finjo creer que mi enfermedad de lejanía, de separación
de absoluta NO-ALIANZA con Ellos
-Ellos son todos y yo soy yo-
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!) me podrán ayudar,
pero a veces -a menudo- los recontraputeo desde mis sombras in-
teriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad,
cuanto más profunda, más indecible) y los puteo porque evoco a mi
amado viejo, el Dr. Pichon R., tan hijo de puta como nunca lo será nin-
guno de los mediquitos (tan buenos, hélas!) de esta sala,
pero mi viejo se me muere y éstos hablan y, lo peor, éstos tienen
cuerpos nuevos, sanos (maldita palabra) en tanto mi viejo agoniza en la
miseria por no haber sabido ser un mierda práctico, por haber afron-
tado el terrible misterio que es la destrucción de un alma, por haber
hurgado en lo oculto como un pirata -no poco funesto pues las mone-
das de oro del inconsciente llevaban carne de ahorcado, y en un recin-
to lleno de espejos rotos y sal volcada-
viejo remaldito, especie de aborto pestífero de fantasmas sifilíticos,
cómo te adoro en tu tortuosidad solamente parecida a la mía,
y cabe decir que siempre desconfié de tu genio (no sos genial; sos
un saqueador y un plagiario) y a la vez te confié,
oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
te quiero tanto que mataría a todos estos médicos adolescentes para
darte a beber de su sangre y que vos vivas un minuto, un siglo más,
(vos, yo, a quienes la vida no nos merece)

Sala 18
cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en
ruinas y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las
analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante,
porque -oh viejo hermoso Sigmund Freud- la ciencia psicoanalíti-
ca se olvidó la llave en algún lado:
abrir se abre
pero ¿cómo cerrar la herida?

El alma sufre sin tregua, sin piedad, y los malos médicos no resta-
ñan la herida que supura.
El hombre está herido por una desgarradura que tal vez, o segura-
mente, le ha causado la vida que nos dan.
"Cambiar la vida" (Marx)
"Cambiar el hombre" (Rimbaud)
Freud:
"La pequeña A. está embellecida por la desobediencia", (Cartas...)

Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de la poesía clásica.
Sin duda, muchas claves las extrajo de "los filósofos de la naturaleza",
de "los románticos alemanes" y, sobre todo, de mi amadísimo Lich-
tenberg, el genial físico y matemático que escribía en su Diario cosas
como:
"Él le había puesto nombre a sus dos pantuflas"
Algo solo estaba, ¿no?
(Oh, Lichtenberg, pequeño jorobado, yo te hubiera amado!)
Y a Kierkegaard
Y a Dostoyevski
Y sobre todo a Kafka
a quien le pasó lo que a mí, si bien el era púdico y casto -"¿Qué
hice del don del sexo?" -y yo soy una pajera como no existe otra;
pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:
se separófue demasiado lejos en la soledad
y supo -tuvo que saber-
que de allí no se vuelve

se alejó -me alejé-
no por desprecio (claro es que nuestro orgullo es infernal)
sino porque una es extranjera
una es de otra parte,
ellos se casan,
procrean,
veranean,
tienen horarios,
no se asustan por la tenebrosa
ambigüedad del lenguaje
(no es lo mismo decir Buenas noches que decir Buenas noches)
El lenguaje
-yo no puedo más,
alma mía, pequeña inexistente,
decidíte;
te la picás o te quedás,
pero no me toques así,
con pavura, con confusión,
o te vas o te la picás,
yo, por mi parte, no puedo más.

(1971)

*AP escribió este poema durante su estadía en el Hospital Pirovano. El texto, tal como se reproduce, está mecanografiado y lleva correcciones hechas a mano por la autora. No se había incluido en la edición de 1982 de sus textos póstumos