martes, 9 de agosto de 2016

ADICCIONES – DROGODEPENDENCIAS

El de las drogodependencias es un campo de investigación. Síntoma de nuestros tiempos, ante la primer mirada, semeja un conglomerado en el que cabe lo socio-económico-político, lo médico psicoanalítico, lo psicoterapéutico, lo preventivo, lo cultural, lo psicológico, es por ello una de las patologías propicias a la articulación de prácticas.
Trataré de mostrar la fundamental importancia de la práctica psicoanalítica.
Las conversaciones que generan los grupos de “Alcohólicos Anónimos” son todas en su contra: La sociedad, la cultura en general es culpable ya que el adicto ha sido visto como un condenado. Por ej.:: Van a las reuniones de de alcohólicos como si fuesen a misa y faltar les ocasiona una gran culpa, peor que cuando se drogaban.
Toda adicción lleva consigo un interrogatorio al padre, un permanente diálogo con la ley, pero no me estoy refiriendo tan sólo a un padre o sustituto desafiado en la realidad, sino a aquella instancia que en el orden de la intersubjetividad viene a instaurar una diferencia entre el deseo y el objeto de la satisfacción, demanda de la ley, tiende a confirmar o a desconfirmar su existencia. Para comprobar su alcance y eficacia, requiere del límite  para situarse más allá de él. Esta crisis de autoridad, es lo que todo adicto quiere confirmar en la relación transferencial con el analista.
El deseo inconsciente de reparar la falta de pene de la madre se denomina “deseo de la madre”, por oposición el mandato que impone la diferencia sexual y prohíbe el incesto se denomina “ley”.
El sujeto adicto vive la cuestión del “deseo de la madre” como una culpa original y obligación a repararla, intenta mediante el acto de la droga, consumar el deseo incestuoso, pero como existe la ley que lo prohíbe, el resultado es ser culpable. Al oponerse a la ley, el sujeto compulsivo se enfrenta al principio de realidad embanderado en el placer y la libertad sin límites, choca con la realidad, ciego a las diferencias.
El paciente adicto ingresa a un ámbito que lo condena a ser lo que es y olvidarse que su vida puede continuar por ese camino, él es culpable de no poder ponerle un límite y debe aceptar como un corderito.
Por otro lado,  si se piensa en el alcohol, aún en el caso que deje para siempre la bebida será considerado un alcohólico. Es decir, no promete el ingreso a los “alcohólicos anónimos” curar su enfermedad, sino que para siempre será un adicto. Tendrá que abandonar a sus amigos anteriores con los que realizaba esas aventuras que lo perjudicaban. Entrar a un bar, es como tener una maldición y ni que pensar la famosa “noche”, donde todos los adictos se emborrachan, él mientras intente curarse, tendrá que huir.
Así termina pensando de sus compañeros anteriores como antes se pensaba de él en los círculos a los que él no pertenecerá jamás.
En la actualidad la situación de ingreso, a una institución que tratará a la droga como el factor que determina su angustia, frustración, éxito o incluso felicidad, está justificada por los problemas sociales que se generan alrededor del paciente
Este sentimiento de “condenado y fuente de todo mal”, está difundido hasta tal punto que al mismo paciente cuando llega a consulta, tenemos que convencerlo de que la droga no tiene ese poder omnipotente que él le ha otorgado sobre su vida, llevándola hacia el caos.

Es necesario convencerle, de que también existe una mente y una personalidad en él, donde tiene que dar lucha. (continuamos la próxima)