HOMOSEXUALIDAD Y CULPA
En
el desarrollo humano, el paso por la definición sexual está marcado por las
denominadas relaciones de objeto, considerando como tal al
complejo afectivo del niño con las figuras parentales.
Al
inicio, el primer lazo afectivo es con la figura materna, lazo que generará
una deuda de carácter simbólico imposible de pagar debido a una
demanda del niño que siempre era satisfecha por la figura materna.
Todo
individuo está tocado por esa primera relación, marca definitiva que origina la
entrada en el llamado complejo de Edipo, donde la figura
del padre y de la madre origina una corriente de identificaciones
en el niño que según la resolución de las mismas, las elecciones
de objeto sexual serán hombres o mujeres.
En
el proceso de elección de objeto sexual el sujeto debe pasar por la angustia
de separación de la figura materna, si no, no habrá paso al mundo
de lo humano.
La
sexualidad está tocada por la palabra y también es sinónimo de especie en
el hombre como reproducción. Hombre y mujer conciben el mundo en la
fusión de un todo como gesto de amor hacia lo mortal
humano y que garantiza la perpetuación de la especie.
Salvo
para la reproducción, los órganos genitales en el resto de las especies,
no son de otra utilidad; sin embargo, los sujetos del lenguaje, han
hecho de los mismos no sólo objetos de uso para la reproducción,
sino que han adquirido la significación de órganos destinados a un
goce que está tocado por la palabra en tanto que al hablar se demanda,
el sujeto queda atrapado en el campo de su propio deseo.
Sin
embargo, el goce de lo sexual es causa de mal-estar en la cultura, goce donde todo
aquello no destinado a la reproducción llega a producir en
los sujetos un malestar en base a querer gozar demasiado.
La
represión de la libido garantiza su no realización pero no evita la producción
de desplazamientos libidinales por caminos no habituales que pueden
desembocar en la aparición de síntomas físicos y psíquicos.
Si
de algo se trata, aun en la represión de los deseos, de un modo u otro siempre
hay garantía de la expresión de los mismos, en un tiempo que si
bien es atemporal, dicha carga libidinal esperará ante la mínima
eventualidad o fisura del aparato de la represión para allí mostrarse
el deseo sexual reprimido como síntoma, como acto fallido, como
lapsus o como sueño.
Es
así que de todo puede escapar el sujeto menos de sí mismo y de sus
pulsiones.
Cuando
hablamos de culpa en la homosexualidad, hablamos de culpa
inconsciente. El sujeto no sabe de esa culpa pero algo siente en forma de
angustia y la producción de la misma es siempre por haber un
goce de más, porque si de algo se siente culpable el homosexual es
de atentar contra la especie.
El
homosexual, ha renunciado a la especie, a la reproducción y por tanto a las
diferencias sexuales, es decir, sólo tolera la genitalidad de alguien de
su mismo sexo. Las diferencias le ocasionan angustia y sólo
puede cuando está frente a uno como él mismo, imagen
especular de su propia imagen.
Cuando
se acusa al homosexual de ir en contra de natura, quiere decir que desde
el punto de vista de la especie, sí que es ir en contra de natura,
porque en la elección de objeto homosexual, hay un decir que no
hacia la especie, hacia la supervivencia de la misma.
Y
si en algo es mal vista la homosexualidad no es porque dos hombres o dos
mujeres se besen o hagan el amor, sino porque en ese gesto, se
atenta contra la procreación y es algo que la propia especie nunca
va a permitir, pues supondría el final de la misma por lo tanto la
culpa se genera por esos deseos inconscientes de anular las
diferencias.
El
homosexual no nace, se hace en el proceso de identificación con la figura
materna y los diferentes tipos de homosexualidad quedan
establecidos por los modos de renuncia al objeto primordial materno.
Este
objeto primero e inicial de deseo, tanto en hombres como en mujeres, al
cual hay que renunciar para entrar en la circulación de lo humano, ese
objeto, primordial por lo que constituye para el niño, es la
madre, objeto de deseo como marca incondicional y estructural
hasta el final de la vida. Deseamos siempre para volver a encontrar la
situación inicial mítica con aquella madre que un día nos dio todo
sin pedirnos a cambio nada y es en ese gesto de amor donde se
originó la deuda simbólica y a la vez la interdicción o prohibición
hacia la misma, pues había que renunciar a su amor para poder
amar, para poder entrar en la cadena de amor con los semejantes.
Por
lo tanto, se aconseja psicoanálisis para poder resolver el conflicto que el
homosexual tiene con sus deseos y la culpa que le producen los mismos.
Lic. Lucía Serrano TE. 4-749-6127 -Tigre