(del libro de LUCIA SERRANO “LA INEPTITUD DE
LOS VAMPIROS”)
A Miguel Oscar Menassa
Por
su grandeza, maestría capaz de capturar el estallido,
entregándolo.
Vuelvo a festejar escribiendo, las marcas que grabaron
nuestros
pasos.
INTRODUCCIÓN
Todo fue inevitable para quien amó con tanta
pasión la deriva y
se perfeccionó en altamar, para no oponerse al
oleaje
embravecido, ni desear contrariar los vientos,
ni llorar por la
soledad del océano, ni tener presente el
tiempo que detiene los
grandes sueños por amor al destiempo.
¿Quién arma las mareas que desafían los
navegantes más
expertos? El mar ama desaforadamente su propia
furia y brutal
en su desvarío, sólo pretende el movimiento
que le propone el
viento.
Ruta que se va haciendo sola con sus propias
huellas.
Tormentos de vivirlo todo, sin que esté
permitido en esta tierra.
Cada maniobra en altamar tiene su sentido.
El poeta habita los imposibles y nostálgico
vaga entre las
sombras, sediento por encontrar lo que ya no
recuerda que
buscaba.
Olvidos que todo lo hacen general e incierto.
Los grandes navegantes temen al mar. La vida
de un hombre
desesperado por la violencia a la que fue
sometido, no tiene
medida por despertar las furias que
enturbiaron una vez más su
cometido.
Un ser dotado para cualquier destreza, que sin
embargo le tocó
estar quieto. Contrarió la natural violencia
que tiene la naturaleza
y amó ese ritmo.
Es el lenguaje el que manda, él es Dios mismo.
.
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