PSICOANÁLISIS Y POESÍA – MARZO 2015-
“Ningún
puente es pensable, hay que saltar, este salto es el guardián y la prueba del
umbral analítico”. “Pienso donde no soy, soy donde no pienso” Jacques Lacan
En la trayectoria de una cura, la causa puede
identificarse con lo que queda por decir.
El ser de cada uno de nosotros se constituye. Por
eso decimos que en análisis el hombre no progresa, cambia.
Un psicoanalista tiene que arreglar el mundo
psíquico del paciente, e interpretar los deseos inconscientes que se juegan en
la vida y en las relaciones del paciente. No tiene que arreglar la vida del
paciente, eso lo tiene que hacer el paciente. El paciente con toda la
información sobre sí, con esa verdad sobre su propia vida, todavía tendrá que
transformar su vida.
No es el psicoanalista el que transforma la vida del
paciente, es una decisión del paciente.
Desde el escrito anterior, venimos trabajando todo
aquello que se opone al trabajo terapeútico, es decir al esclarecimiento de los
síntomas y a la progresión de la cura.
Vimos el concepto de resistencia, como todo aquello
que en los actos y palabras del analizado se opone al acceso de éste a su
inconsciente.
Al principio Freud intentó vencer este obstáculo
mediante la insistencia, (fuerza de sentido opuesto a la resistencia) y la
persuasión, antes de reconocer en él un medio de acceso a lo reprimido y al
secreto de la neurosis, en efecto, en la resistencia y la represión se ven
actuar las mismas fuerzas. En este sentido, todo el avance de la técnica
analítica ha consistido en una apreciación más justa de la resistencia, es
decir, del hecho clínico, que no basta comunicar a los pacientes el sentido de
sus síntomas para que desaparezca la represión.
Es sabido que Freud consideró como características
específicas de su técnica, la interpretación de la resistencia y la de la
transferencia. Es más, la transferencia, debe considerarse en parte como una
resistencia, en la medida en que reemplaza el recuerdo verbalizado por la
repetición actuada, a esto debe añadirse que la resistencia utiliza la
transferencia, pero no la constituye.
Encontramos aquí dos elementos de explicación: la
resistencia viene regulada por su distancia respecto a lo reprimido, por otra
parte, corresponde a una función defensiva. Posteriormente se hace recaer el
acento en la defensa ejercida por el yo. El inconsciente, es decir, lo
reprimido, no opone ningún tipo de resistencia a los esfuerzos de la cura, de
hecho, sólo tiende a vencer la presión que actúa sobre él y abrirse camino
hacia la conciencia, o hacia la descarga mediante la acción real.
No obstante Freud se rehusó asimilar el fenómeno de
la resistencia a los mecanismos de defensa inherentes a la estructura del yo.
De este modo la pregunta era ¿qué resiste? Reconociendo como obstáculo último
al trabajo analítico una resistencia radical.
Era necesario postular la existencia junto a la
repetición de las necesidades, de una necesidad de la repetición, radicalmente
distinta y más fundamental.
Aunque Freud reconoce que la compulsión a la
repetición no puede detectarse en estado puro, sino que aparece siempre
reforzada por motivos que obedecen al principio de placer, concederá cada vez
mayor importancia a este concepto hasta el final de su obra y finalmente en un
texto posterior “Inhibición, Síntoma y Angustia” -1926, ve en la compulsión a
la repetición el tipo mismo de resistencia propia del inconsciente.
Con esto pone verdaderamente en tela de juicio, el
predominio del principio de placer.
Así Freud, rompe con la
idea de que el ser humano busca su bien. (continuará)
Lic. Lucía Serrano –
Poeta y Psicoanalista.
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4-749-6127- 15-5040-2292
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