martes, 29 de diciembre de 2015

INVITACIÓN AL FESTEJO DE LOS VEINTE AÑOS DE "BLUES PARA LA CORONA"

OCTAVIO PAZ (México, 1914 - 1998)

TRABAJOS DEL POETA

IX


Lo más fácil es quebrar una palabra en dos. A veces los fragmentos siguen viviendo, con vida frenética, feroz, monosilábica. Es delicioso echar ese puñado de recién nacidos al circo: saltan, danzan, botan y rebotan, gritan incansablemente, levantando sus coloridos estandartes. Pero cuando salen los leones hay un gran silencio, interrumpido sólo por las incansables, majestuosas mandíbulas… Los injertos ofrecen ciertas dificultades. Resultan casi siempre monstruos débiles: dos cabezas rivales que se mordisquean y extraen toda la sangre aun medio-cuerpo; águilas con picos de paloma que se destrozan cada vez que atacan; palomas con picos de águila, que desgarran cada vez que besan; mariposas paralíticas. El incesto es ley común. Nada les gusta tanto como las reuniones en el seno de una misma familia. Pero es una superstición sin fundamento atribuir a esta circunstancia la pobreza de los resultados. Llevado por el entusiasmo de los experimentos abro en canal a una, saco los ojos a otra, corto piernas, agrego brazos, picos, cuernos. Colecciono manadas, que someto aun régimen de colegio, de cuartel, de cuadra, de . convento. Adulo instintos, corto y recorto tendencias y alas. Hago picudo lo redondo, espinoso lo blando, reblandezco huesos, osifico vísceras. Pongo diques a las inclinaciones naturales. y así creo seres graciosos y de poca vida. A la palabra torre le abro un agujero rojo en la frente. A la palabra odio la alimento con basuras durante años, hasta que estalla en una hermosa explosión purulenta, que infecta por un siglo el lenguaje. Mato de hambre al amor, para que devore lo que encuentre. A la hermosura le sale una joroba en la u. Y la palabra talón, al fin en libertad, aplasta cabezas con una alegría regular, mecánica. Lleno de arena la boca de las exclamaciones. Suelto a las remilgadas en la cueva donde gruñen los pedos. En suma, en mi sótano se corta, se despedaza, se degüella, se pega, se cose y recose. Hay tantas combinaciones como gustos. Pero esos juegos acaban por cansar. Y entonces no queda sino el Gran Recurso: de una manotada. aplastas seis o siete —o diez o mil millones— y con esa masa blanda haces una bola que dejas a la intemperie hasta que se endurezca y brille como una partícula de astro. Una vez que esté bien fría, arrójala con fuerza contra esos ojos fijos que te contemplan desde que naciste. Si tienes tino, fuerza y suerte, quizá destroces algo, quizá le rompas la cara al mundo, quizá tu proyectil estalle contra el muro y le arranque unas breves chispas que iluminen un instante el silencio.




viernes, 11 de diciembre de 2015

PARA CONTRIBUIR
A LA CONFUSIÓN GENERAL
Una visión del arte, la poesía y el mundo contemporáneo

PREÁMBULO
Cuando alguien intenta aproximarse al campo de las ideas vigentes con espíritu esclarecedor, debe plantearse el problema de si su aporte no contribuirá en última instancia a hacer todavía más densa la confusión, como aquel que en desesperado esfuerzo por apagar el fuego, quisiera hacerlo soplando. Es tan impresionante el amontonamiento de las ideas más contradictorias no sólo en mentes distintas sino en una misma mente, que cuando se trata de tomar distancia para ser testigo de esa barahúnda con cierta objetividad surge la pregunta de si el destino del hombre no será crear una infernal telaraña para aprisionarse a sí mismo y propender a la propia destrucción, mediante la organización del desorden.
Pero hablar de contribuir a la confusión general equivalente justamente a propiciar el desorden, dirán algunos. De todos modos, no se trata de un desorden contra el orden, sino más bien de un nuevo desorden contra un viejo desorden.
El desorden, al envejecer, se fija, se fosiliza y adquiere así la apariencia del orden, pero sólo porque está inmóvil, porque está muerto. Un desorden muerto se corrompe, hiede, contamina la vida con su podredumbre. Entonces es necesario crear un desorden totalmente nuevo que lo sustituya. Pero no cualquier desorden, sino uno que consuma lo viejo y purifique la vida: un desorden creador, por el cual circule la sangre siempre renovada de lo vital.
Aunque pretende marchar en alguna dirección, en el fondo el hombre no sabe hacia dónde va. Pero lo mismo marcha, y durante esa marcha se propone seriamente infinidad de objetivos, lo reglamenta todo, lo “ordena” todo, y mediante ese “orden” obtiene las combinaciones más absurdas, los resultados más insólitos, que de todos modos lo distraen de la proximidad del vacío.
Hace unos años hablaban de un “orden nuevo” los apóstoles de ciertos sistemas políticos. Ellos querían hacer pasar por nuevo el mismo vetusto desorden embalsamado y pintarrajeado. Y pretendían fijarlo para toda la eternidad. Quisieron emplear medios de convicción eficaces y lo hicieron a sangre y fuego, con lo que lograron eficazmente destruirse a sí mismos y a su viejo desorden momificado. Pero continuamente reaparecen señores que hablan de la necesidad de un nuevo orden. A ellos hay que decirles que no estamos por el orden sino por el desorden y que es inherente al hombre propender inevitablemente a un desorden siempre renovado. La vida no responde a leyes fijas; lo único realmente fijo es la inevitable transformación del hombre paralela a la inevitable transformación del mundo, y ningún pretendido orden puede detenerlas. Pero también es fija la inmensa estupidez humana. Esta estupidez es la verdadera enfermedad del medio social en que vivimos y a ella hay que atribuir la mayor parte de los males de este mundo. No debe confundirse con la inocencia, de la que dependen las más puras cualidades creadoras. La estupidez es tortuosa, maligna y enemiga despiadada de los valores humanos más altos. Buena parte de la intención de estos textos es denunciarla.


Desnudo al atardecer de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 46x38 cm.
Aquel que trate de iluminar el panorama del mundo no hará más que poner en evidencia esa gran confusión en que vive el hombre de hoy. Pero entonces, ¿qué hacer? Sólo nos resta plantarnos frente a las ideas, a las pretendidas ideas, removerlas y actuar apasionadamente sobre ellas. Así, las ideas se agitarán en la liza como toros enfurecidos, y cuando, sembrados de banderillas, ofrezcan su cerviz a la estocada precisa, todo habrá concluido. En esa lucha dialéctica, las ideas más poderosas demuestran su debilidad y los esquemas caen postrados; esos esquemas a los que son tan afectos los hombres porque, aunque falsos, les dan la sensación de seguridad que su desamparo exige.
Al fin y al cabo los textos que siguen no constituyen más que una exposición de ciertas ideas de nuestra época que flotan en el aire, que a veces son expresadas tímidamente, apenas susurradas, pero que, cuando alguien las expone en toda su crudeza, resultan enormemente familiares, terriblemente convincentes, aunque la mayoría prefiera olvidarlas inmediatamente después. Quizá sólo tienen por objeto despertar algunas conciencias, no para llevarlas por nuevos derroteros, sino para que reflexionen libremente sobre su humana condición. Entonces les aparecerá el verdadero sentido de palabras como libertad, amor, arte o poesía; palabras tan manoseadas y desfiguradas por el mal uso que se han vuelto irreconocibles; quizás entonces comprendan que libertad significa simplemente un modo de realizarse con plenitud, que amor significa el más alto grado a que puede llegar la comunicación entre dos seres, y que las palabras arte y poesía no designan cosas inexplicables, sino una forma de comunión con el mundo y un modo de proyección del ser hacia los otros.
El tono persuasivo usado por el autor en algunos trabajos y el apersuasivo usado en otros se complementan, y constituyen la verdadera manera de provocar una comprensión viva, de arrancar al interlocutor de su cómoda poltrona de indiferencia.
Ese despertar de algunas conciencias es el resultado por demás satisfactorio a que aspiran los textos que se leerán. No es necesario que nadie se convenza de nada; basta con despertar y mirar a su alrededor con ojos libres. Es el único modo de comprobar que el mundo en que vivimos es siempre nuevo y la sordidez es solo una ilusión.
Aldo Pellegrini

jueves, 22 de octubre de 2015

LOCURAS ACTUALES: LOS CANSADOS, LOS AGOTADOS Y LOS EXHAUSTOS

I.
Hace años hacíamos, en la clínica de las psicosis, distinciones con las locuras: “sólo se trata de una vacilación en la estructura del fantasma” o “estamos ante una forclusión parcial de un significante que no es el del Nombre del Padre” o “no es lo mismo estar ante un fenómeno que habla que ante una estructura que huye espantada”.
Las locuras son actuales, las psicosis se sustraen a la actualidad. Si las locuras se presentan como espasmos de rarezas y sufrimientos, las psicosis son la caída de esas rarezas y esos sufrimientos en una ausencia infinita. Si las locuras, al cabo, encuentran un lugar en el sentido común, las psicosis perforan los entendimientos, no pueden actualizarse del todo ni agotarse, porque son la desmentida misma de que exista algo así como el todo.
El sufrimiento de las locuras y las psicosis no se parece al malestar, muchas veces insoportable, de los insatisfechos. Locuras y psicosis tienen en común la visión desvestida de la desquicia del mundo. La palabra actualidad no sólo alude a un tiempo presente o a potencias empujadas a devenir en actos, actualidad es amasijo histórico, intriga social, interrogación política de lo que se dice que la vida en común es.
La actualidad de las locuras asume muchas formas, una de ellas es la experiencia de los caídos, arrasados o exhaustos.
II.
¿Caídos en el infierno del paraíso capitalista? ¿Soledades arrasadas que no encuentran sosiego en ninguna realidad de este mundo? Están más allá de la desprotección, el desamparo, la desafiliación, viven casi sin existir, no viven con poco, sino que están vivos por poco.
¿Qué vida podrían tener los caídos en los hospitales de locos si no estuvieran allí? Las locuras mezclan amores estallados y amistades perdidas, pobrezas y exclusiones, sustancias baratas y desechos. Están ahí porque todavía no los mató la policía, el alcohol, una cuenta sin pagar, un coche al cruzar la avenida, el hambre o el frío.
Suele decirse que los caídos están arrojados fuera del mundo, despegados de las fachadas sociales, desabrazados de los cuerpos y las palabras, marginados de iglesias, escuelas o grupos; pero no siempre se advierte que esas existencias viven expuestas a emociones excedidas. No están aislados o separados del mundo, sino abandonados a la intensidad de los dolores negados por la civilización.
III.
Los psiquiátricos, a donde van a parar los arrasados, son reservas emocionales de sufrimientos desalojados de la educación sentimental de la época. Los hospitales de la pobreza son escenarios enmudecidos. Circunstancia que recuerda una pregunta de Benjamin: “¿No se advirtió, durante la guerra, que la gente volvía muda del campo de batalla?”. Los exhaustos han visto lo irrepresentable.
No es que los extenuados no sean capaces de decir quiénes son o qué les pasa y necesiten, por ello, de especialistas que les sirvan de intérpretes de su propia experiencia social extraviada: los exhaustos viven la demasía.
Se puede decir de los enmudecidos lo que Holderlin dice de Edipo: “Quizá el rey Edipo tiene un ojo de más”.
La sociedad capitalista tiende a democratizar el deseo, pero no sus condiciones de satisfacción material e imaginaria. El deseo, que absorbe la crueldad publicitaria, impedido de gozar de lo que se exhibe ante sus narices, descree de sí mismo. El sistema exhibe lo que priva, ostenta lo que no da. La obscena fiesta del consumo excita y estafa la sensibilidad. El deseo excedido por todo lo que se le niega se vuelve resentimiento. El resentimiento es la rebeldía apagada de los exhaustos: el odio de sí es la actualidad de la locura capitalista.
IV.
Quad es una obra de Beckett, escrita en 1981 para televisión, en la que intervienen cuatro personajes de similar estatura, delgados y asexuados, que marchan sobre un área cuadrada hasta agotar un trayecto minuciosamente indicado por el autor. Cada intérprete es seguido por una luz diferente y sus pasos acompañados por un tipo de percusión particular. Cada uno lleva una túnica del color de su luz, con capuchas que ocultan los rostros. Por momentos, los intérpretes se cruzan en el centro del cuadrado insinuando un choque o encuentro que nunca se produce. La obra concluye cuando todos, a su tiempo, agotan los trayectos y combinaciones propuestas.
Deleuze escribe un ensayo que se llama El agotado a partir de advertir cómo Beckett marca la acción de los actores hasta agotar los movimientos posibles en un espacio: “El agotamiento es mucho más que el cansancio. (...) El cansado ya no dispone de ninguna posibilidad (subjetiva): no puede por lo tanto llevar a cabo la menor posibilidad (objetiva). Pero ésta permanece, porque nunca se lleva a cabo todo lo posible, se lo hace a medida que se lo realiza. El cansado agotó solamente la realización, mientras el agotado agota lo posible. El cansado no puede llevar a cabo nada más, pero el agotado no puede ya posibilitar”.
El cuerpo exhausto no es el de los quejosos que no alcanzan un objeto que siempre se desplaza, ni el cuerpo agotado de los personajes de Beckett que viven -desde el comienzo- en un mundo que despotencializa la posibilidad. El cuerpo del exhausto habita la demasía.
V.
El cansado persigue algo.
El agotado sabe que no hay nada.
El exhausto siente los tormentos de la civilización.
El cansado corre por la ciudad tras una meta.
El agotado explora el mundo hasta constatar que está en un pequeño universo cerrado.
El exhausto alucina desiertos.
El cansado exclama “¡Ay! ¡Qué cansado estoy!”.
El agotado dice “No hay nada más que poder”.
El exhausto habla enmudecido.
Al exhausto le acontece la demasía: no está cansado, no siente satisfacción ni insatisfacción, tampoco agota su potencia de ser; asiste a la frustración o a la posibilidad como si viera pasar un animal prehistórico en medio de una borrachera.
El cansado a veces se siente dichoso por sus logros.
El agotado transita indiferente el cumplimiento de todo lo posible.
El exhausto vive extenuado de intensidad.
Un poema de Idea Vilariño (1970) que pongo del lado de exhausto: “Uno vive / con los muertos / que están ahí / con los sufrientes vive / y con los despojados / y con los presos / vive”.
Si el cansado siente que le pesan los párpados, el agotado hace su recorrido con los ojos cerrados; pero el exhausto -que ve el horror- permanece perplejo ante esa visión.
El cansado viola el silencio con la expresión quejosa de “¡Ay!, ¡no doy más!”.
El agotado consuma todos los recorridos hasta confundirse en la ausencia.
El exhausto soporta, dividido, las voces del mundo.
El exhausto, que creció en una ciudad bombardeada, siente su cuerpo como un hormiguero pateado. No vive en peligro, su existencia no está amenazada, sino arrasada.
Si el cansado cuida su casa y el agotado atraviesa la intemperie, el exhausto -que no conoce cama segura-, a veces encuentra refugio en la palabra de otro que no le demanda nada.
El cansado reclama la suspensión de actividades para disfrutar de un merecido descanso.
El agotado no cesa hasta concluir todas las posibilidades.
El exhausto no atiende a su yo ni a su sí mismo, sino a un dolor sin sujeto.
El exhausto aloja lo real en un cuerpo siempre pequeño.
Un poema de Idea Vilariño (1966) que pongo del lado del exhausto: “Como un perro que aúlla interminable / que aúlla inconsolable / a la luna / a la muerte / a su tan breve vida. / Como un perro”.
El cansado consulta el futuro a una vidente.
El agotado agota el porvenir: transforma lo posible en evidencia.
El exhausto intenta insomne escapar de la pesadilla.
Los cansados consumen perfumes.
Los agotados vencen las fragancias.
Los exhaustos huelen el mal.
Los cansados cuentan sus posesiones.
Los agotados, al final, cargan la nada del comienzo.
Los exhaustos permanecen junto al incendio de las cosas.
El cansado espera que le digan cómo estuvo lo que hizo.
El agotado hace lo que hace hasta disolver el hacer en la inacción.
El exhausto soporta el asedio de los cansados, a quienes les encanta decirle lo que debería hacer.
El cansado hace dieta o come compulsivamente.
El agotado transita el hambre y la saciedad inapetente.
El exhausto se devora preso de sí.
El cansado se abriga en invierno y usa camisas livianas en verano.
El agotado lleva la misma túnica siempre.
El exhausto no puede cubrir su cuerpo poroso.
El cansado fantasea, el agotado no, el exhausto asiste a la agonía de los fantasmas.
El cansado siente su pequeño mundo amenazado.
El agotado concluye su camino sin que pase nada.
El exhausto está en el desastre.
Los cansados tienen miedo a los contagios y ataques, hacen público su derecho a vivir en una ciudad pura y segura.
Los agotados son inmunes al miedo.
Los exhaustos hacen su morada en la peste.
El cansado siente que la sociedad le debe una disculpa.
El agotado sabe que los narcisismos no gravitan en la nada.
El exhausto tiene un ojo de más (que los espejos no reflejan).
Los cansados perciben que todo estalla a su alrededor, pero reclaman el privilegio de formar parte de los sobrevivientes.
Los agotados hacen lo que hacen aburridos de sobrevivir.
Los exhaustos, cada tanto, se entregan a la psiquiatría para que los despoje de la triste soberanía del dolor.
El cansado se aísla de su entorno violento.
El agotado anda el territorio hasta alcanzar su límite.
El exhausto está siempre expuesto.
El cansado anda con barbijo y tubo de oxígeno.
El agotado no espera nada del aire.
El exhausto respira veneno.
Un poema de Idea Vilariño (1964) que pongo del lado del exhausto: “Me cortan las dos manos / los dos brazos / las piernas / me cortan la cabeza. / Que me encuentren”.
El cansado exige que respeten su cansancio, dice:“Sólo quiero que me dejen en paz”
El agotado esconde su rostro ausente.
El exhausto habita la actualidad absoluta.
El cansado siempre tiene algo que decir.
El agotado sabe que no hay nada que decir.
El exhausto -sensible al nerviosismo de los hablantes-, a veces, espera una palabra aunque no diga nada.
VI.
Las locuras actuales dicen algo que los cansados se niegan a escuchar y que los agotados saben de memoria: cuando el yo sale de la pecera, el sujeto se encuentra anonadado. Los exhaustos escuchan gemidos en ese desierto.
Escribe Idea Vilariño (1969): “Yo quiero / yo no quiero / yo aguanto / yo me olvido / yo digo no / yo niego / yo digo será inútil / yo dejo / yo desisto / yo quisiera morirme / yo yo yo / yo. / Qué es eso”.
Marcelo Percia
Psicólogo. Profesor de la Facultad de Psicología de la UBA

domingo, 11 de octubre de 2015

CHARLES BUKOWSKI


        EL GENIO DE LA MULTITUD
        Hay suficiente traición y odio,
violencia.
Absurdo en el ser humano
promedio
como para abastecer cualquier ejercito en cualquier
jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los mejores en la guerra
-FINALMENTE- son aquellos que
predican
PAZ.
Cuídate
Del hombre promedio
De la mujer promedio
Cuídate de su amor.
Su amor es promedio, busca lo promedio
Pero hay genio en su odio
Hay suficiente genio en su odio como para matarte, para matar
a cualquiera.
Al no querer la soledad
Ni entender la soledad
Intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
en su contra.
Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.
Considerarán su fracaso
como creadores
solo como un fracaso
del mundo.
Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
Su mejor
ARTE

sábado, 10 de octubre de 2015

ADICCIONES – ALCOHOLISMO

 “…Nunca te olvides, las palabras que yo digo significan lo que yo les ordeno que signifiquen.
¿Y si no te obedecen? Cuando regresan, no les permito que entren a mi casa" Lewis Carrol  


“Un hombre que paga un alto precio por ser Dios por un rato, despierta a otra existencia, una inocencia siempre culpable en lo social”
Frente al desconocimiento, todas las acciones de prevención o cura, estimulan la rebeldía y el consumo tiende a aumentar. Cualquier tratamiento destinado a abandonar el consumo, va al fracaso. Todos los llamados especialistas desconocen la causa del consumo. No hay una idea clara de los procesos inconscientes de la mente humana.
“La psiquis del hombre es extensa”.
Una de las funciones más importantes del tratamiento psicoanalítico es la de liberar a las personas de la personalidad que fue creada por condicionamiento. El hombre tiene un ser que debe hacerse a sí mismo. Falta mucho como para que los hombres piensen sobre la esencia del obrar en forma suficientemente decidida.
“Para pelear con algo hay que conocerlo”.
La sociedad tiene una representación mental, una especie de ordenador que yerra, por lo tanto, sepámoslo, en la posición del saber están todos los ignorantes, un peligro que recae sobre la esencia del hombre. Al psicoanálisis, sólo le interesa mostrarle a un hombre lo que padece por querer ser lo que no es. Venir al encuentro de sí mismo, donde puede ver el fenómeno originario del futuro, que nada tiene que ver con un ahora que sucede más tarde, sino que caracteriza aquel medio en que es posible anticiparse a sí mismo.
Sabemos que vivir es siempre una pasión contra uno mismo, por lo tanto en estos casos habrá que detenerse, interrumpirse a sí mismo y a sus actos, sentimientos, pensamientos, etc.etc. volver a armar, usar las propias verdades que seguramente hasta el momento donde el paciente consulta (ya sea porque decidió o porque decidieron, son desconocidas.
Empezar de nuevo es casi una tarea diaria para cualquier adicto, se trate de la vida o de la muerte. Cuando el alcohol se tornó en su enfermedad, se transformó en un ser desesperado, aislado, desconocido hasta para él mismo. Detenerse, interrumpirse, es algo así como descansar, y esto querrá decir, quedarse quieto, evitar placeres pasajeros. Aceptar lo que no me satisface para ser amado por quienes jamás amaré, no alcanzará seguramente mi bienestar, si fuese posible en esta tierra. Este descansar será desandar el camino recorrido, donde la angustia de a poco fue siendo soberana. Freud define a la droga como quitapenas, es común escuchar a un alcóholico usar del trago como una manera de no pensar, de olvidar, de no ser el que no puede soportar por la falta de placer y la imposibilidad de realización que lo destroza, el vaso de alcohol, cambia su estado en el mismo momento que lo pide. Los hombres saben que con ese “quitapenas” siempre podrán escapar al peso de la realidad, refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad. También sabemos, que es precisamente esta cualidad del alcohol, la que entraña su peligro y su nocividad. El alcohol facilitará escapar al dolor, a los sufrimientos, o a la angustia que impone el vivir, sostenida la ilusión con anestesia.
Desde el Renacimiento hasta la actualidad la literatura universal nos ha brindado muchas versiones del tema del individuo que pacta con el diablo y arriesga su alma empujada por la sed del saber. Fue el genio del poeta alemán Goethe, con “Fausto”, que dio el más hondo significado al tema que estamos tratando. Así Fausto escapa de las manos de Mefistófeles definitivamente para ascender bienaventurado al cielo en la escena final.
Dice Goethe: “Cuando el hombre no es conocido, ni puede ser pensado por el laberinto de su entraña, vaga durante la noche”.


Lic. Lucía Serrano – Psicoanalista
consultorios en capital y en Tigre
TE 4-749-6127 - 15-5040-2292

martes, 6 de octubre de 2015

CHARLES BUKOWSKI



Los más raros


No es frecuente verlo
porque donde hay multitud
ellos
no están.
Esos tipos raros no son
muchos,
pero de ellos
provienen
los pocos
cuadros buenos
las pocas
buenas sinfonías
los pocos
buenos libros
y otras
obras.
Y de los
mejores de los
extraños
quizás
nada.
Ellos son
sus propias
pinturas
sus propios
libros
su propia
música
su propia
obra.
Aveces me parece
verlos
por ejemplo
cierto viejo
sentado en cierto
banco
de una cierta
manera
o
un rostro fugaz
en un automóvil
que pasa
en dirección
contraria
o
hay un cierto movimiento
en las manos
de un chico o una chica
que empaqueta
las cosas
en el supermercado.
Aveces
incluso es alguien
con quien estuviste
viviendo
algún tiempo,
te vas a dar cuente
de una mirada rápida
y luminosa
que nunca
le habías visto
antes.
Aveces
sólo notarás
su
existencia
repentinamente
en un
vívido
recuerdo.
Algunos meses
algunos años
después de que se hayan
ido.
Recuerdo
a uno:
Tenía unos
20 años
iba borracho a
las 10 de la mañana
se miraba en un
espejo
resquebrajado
de Nueva Orleans,
un rostro soñador
contra los
muros
del mundo
¿Qué
ha sido
de mí?.
PSICOANÁLISIS Y POESÍA
ADICCIONES – ALCOHOLISMO

                                                          “Mis camaradas de taberna desaparecen uno a uno,  víctimas inocentes del oculto golpe de la muerte. Todos fueron honestos bebedores, pero todos fallaron, dos rondas antes de la última, al no vaciar sus jarros.(Omar Khayaam - RUBAIYYAT)

En las adicciones hay un enmudecimiento del sujeto que por su acto silencia su palabra. Cualquier acto reiterado, lleva en su intención, ocultar nuestros interrogantes. Un ser lleno de preguntas que no encuentra respuestas. Repetir actos no es equivocarse, es más bien desconocer algo de nuestro psiquismo que nos tortura en su insistencia.
La causa de la repetición reside en la diferencia entre el placer obtenido y el buscado. Un cuerpo que no sabe lo que quiere, siempre quiere más. El exceso es habitual en el adicto.
El adicto ofrece su cuerpo a la muerte. El cuerpo en su enfermedad realiza una verdad concreta, un deseo imposible. El síntoma de ser un alcóholico, se forma como sustitución de algo que no ha conseguido manifestarse al exterior. Bajo el dominio del placer se repítelo desagradable. Lo que se repite es lo que no fue anteriormente placentero.
El objeto de estudio es el hombre y su historia, lo que le falta y lo que no le falta más allá de lo que logre por seguir buscando. Dirigir la cura no es dirigir la vida del paciente, por lo tanto los profesionales que asistan esta dolencia, no deberán esperar nada que el paciente no desee. Encontrar un estilo que de cuenta de la eficacia que acuerda con un sentido originario, no con convenciones sociales que hacen de un hombre una nada que acuerda con otra nada.
El objeto de la adicción pasa a formar parte concreta de la vida del adicto. Por ejemplo: el sujeto que tiene una impulsión a la bebida, está fijado a determinadas bebidas, tiene un vínculo y canaliza determinadas fantasías inconscientes en la botella y en todas las acciones toman, cómo y con quien y qué tipo de bebida eligen. Inicialmente el paciente pudo haber buscado nada más que consuelo, pero termina por usar o tratar de usar el efecto y esta dependencia en cierto momento se hace tan abrumadora como para anular todo otro interés.
Los alcohólicos  tratan de usar los efectos del alcohol, para satisfacer el arcaico anhelo oral que es al mismo tiempo anhelo sexual, una necesidad de seguridad y una necesidad de conservar la autoestima.
El origen y la naturaleza de la adicción no residen en el efecto químico de la droga, sino en la estructura psicológica del paciente. El placer logrado o la experiencia de placer, hace que la sexualidad genital, carezca para ellos de interés. Se quiebra la organización genital y se inicia una extraordinaria regresión. Los diversos puntos de fijación determinan cuales sectores de la sexualidad infantil pasarán a primer plano, y finalmente la libido queda transformada en una energía amorfa de tensión erótica sin características diferenciales o formas de organización.
La disposición a renunciar a toda forma de libido objetal, implica que estas personas nunca estimaron demasiado las relaciones de objeto. Se hallan fijados a una finalidad narcisista pasiva y solo muestran interés en el logro de su gratificación, nunca en satisfacer a sus partenaires.
Quizá la fascinación por la muerte, es la droga más antigua y básica de todas.
(continuará, así lo venimos haciendo, nuevas palabras marcan el rumbo de este transatlántico. 

Lic. Lucía Serrano – Psicoanalista
Consultorio en Tigre y en Capital

Pedir turno a los TE 15-5040-2292 y 4-749-6127

jueves, 10 de septiembre de 2015

Las Zonas Oscuras del lenguaje por Carlos Cuccaro

La capacidad de hacer poesía, vale decir de efectuar esa tangencialidad, ese desvío del lenguaje hacia sus límites y desenvolver en ellos una nueva comunicación es, tal vez , una de las aristas más extrañas y subyugantes de esa creación prometeica que hemos inventado como especie, y que denominamos “arte”.
 Siempre ha resultado difícil, y para algunos autores hasta bizantino, pretender una definición abarcadora de “poesía” más allá de todos sus rótulos, porque el germen de destrucción de la función comunicacional que encierra es tal que se duda hasta de su “rol” efectivo…¿qué es ese híbrido de música, filosofía, retórica y plástica? ¿Qué es lo que pretende? ¿Nombrarlo todo acaso? Es que la comunicación humana deviene insuficiente en cuanto sus códigos, porque la amplitud de la percepción y las ideas no cabe en el cauce a veces árido y rígido de un idioma y-por extensión- un lenguaje.
Platón pone en boca de su maestro la definición más feroz del concepto de palabra:«El que piensa que al dejar un arte por escrito (...) deja algo claro y firme por el hecho de estar en letras, rebosa ingenuidad (…) sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero, si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios». Así es como las palabras escritas «necesitan siempre la ayuda del padre, ya que ellas solas no son capaces de defenderse ni de ayudarse a sí mismas»; hace falta siempre, detrás del signo, la presencia de la entidad que enuncia esa significación,  dellogos”, porque, en caso contrario, esas palabras se convierten en elementos carentes de sustancia y de contenido verdadero.
El filósofo griego profundiza en el elemento dual de la palabra como fármaco (pharmacón): que cura y potencialmente envenena; la escritura como plasmación de la memoria y la escritura como construcción de la no-memoria; el valor redentor de la palabra y su significación de muerte; la palabra como evocación de lo perdido, de lo ausente y -a la vez-como construcción de esa ausencia que trata de disolver
Manipular esta dualidad: menuda tarea del poeta. Hacer que la palabra se devore  a sí misma si es preciso. Pero siempre componer en contra de lo denotativo cristalizado, en contra  de la naturaleza dual de la palabra que vence al manipulador, impotente ante la complejidad de su substancia. 
Poe, por nombrar a un clásico “cercano”,  componía en base a un método sujeto al control reflexivo de la razón, lo que no le  impedía el descenso a los submundos de pesadilla que hacen a nuestras íntimas obsesiones. Con esto quiero ejemplificar que los elementos formales, que cualquier teórico enumerará  gustoso, son sólo un aspecto en la conformación  o el andamiaje de la poesía  aunque no el esencial. La esencia de la poesía pasa por la SUBVERSION DEL LENGUAJE.
Históricamente, si correspondiera analizar bajo esas luces el objeto de nuestra reflexión, la aventura de la poesía, el camino recorrido que significó el paso temporal por  Rimbaud, Baudelaire, Mallarme, o T.S. Eliot, ha desembocado de una manera significativamente insistente en ese territorio de deslinde profundo en que nos queda el lenguaje como escollo a sortear o a convertir en reflexivo territorio de acciones marcadamente propias. Territorio que convive con el texto, pero que de alguna manera “no es” el texto. Siempre el metalenguaje. Siempre el retrato del artista delineado a través y hasta “en contra”del texto.
La denotación y su barrera al sentido cede ante la potencialidad poética, este caos creado dentro de un sistema de signos se emparenta –obviamente-con la crítica a Saussure de los posmodernos, pero va más allá de lo lingüístico…más bien  asume la entidad propia de arte, lo que torna, a esa potencialidad poética, a veces peligrosa, a veces marginal: puesto que no “sirve” a determinados patrones de interrelación contemporáneos aceptados como masivos.
Hemos hablado del poeta y del texto. Falta hablar, para cerrar esta vertiginosa ecuación de equilibristas, del tercer componente de la misma: el lector.
Es la función receptiva del lector el campo donde se libra la gran batalla. Puesto que el gran hacedor y descubridor de significaciones ocultas es él. La lectura, que duda cabe, es la gran ceremonia que une el inconsciente más profundo del autor con la recreación  más lejana y más inefable del texto en una larga cadena de mutuos descubrimientos que anulan, me atrevo a decir, toda linealidad, la humorada literario-filosófica de un imposible Berkeley influenciado por Borges….
Todo es posible en las zonas oscuras del lenguaje. Obtener formas de ese caos es la labor y el desafío del que transmite un código a través de la letra. Plantear que en esa zona oscura habita la poesía puede sonar subjetivo en demasía, pero no puede negarse que el lenguaje pide por nuevas fronteras cada vez que nos boceta lo innombrable: trasponer esas fronteras y lograr comunicarlo se llama, al menos, literatura.

martes, 1 de septiembre de 2015


ADICCIONES – ALCOHOLISMO

                       “…Nunca te olvides, las palabras que yo digo 
                                                           significan lo que yo les ordeno que signifiquen 
¿Y si no te obedecen?
                                          - Cuando regresan, no les permito
                                                                                             que entren a mi casa.” -  Lewis Carrol


“Un hombre que paga un alto precio por ser Dios por un rato, despierta a otra existencia, una inocencia siempre culpable en lo social” 

Frente al desconocimiento, todas las acciones de prevención o cura, estimulan la rebeldía y el consumo tiende a aumentar. Cualquier tratamiento destinado a abandonar el consumo, va al fracaso. Todos los llamados especialistas desconocen la causa del consumo. No hay una idea clara de los procesos inconscientes de la mente humana.

“La psiquis del hombre es extensa”.

Una de las funciones más importantes del tratamiento psicoanalítico es la de liberar a las personas de la personalidad que fue creada por condicionamiento. El hombre tiene un ser que debe hacerse a sí mismo. Falta mucho como para que los hombres piensen sobre la esencia del obrar en forma suficientemente decidida.

“Para pelear con algo hay que conocerlo”.

La sociedad tiene una representación mental, una especie de ordenador que yerra, por lo tanto, sepámoslo, en la posición del saber están todos los ignorantes, un peligro que recae sobre la esencia del hombre. Al psicoanálisis, sólo le interesa mostrarle a un hombre lo que padece por querer ser lo que no es. Venir al encuentro de sí mismo, donde puede ver el fenómeno originario del futuro, que nada tiene que ver con un ahora que sucede más tarde, sino que caracteriza aquel medio en que es posible anticiparse a sí mismo.
Sabemos que vivir es siempre una pasión contra uno mismo, por lo tanto en estos casos habrá que detenerse, interrumpirse a sí mismo y a sus actos, sentimientos, pensamientos, etc.etc. volver a armar, usar las propias verdades que seguramente hasta el momento donde el paciente consulta (ya sea porque decidió o porque decidieron, son desconocidas.

Empezar de nuevo es casi una tarea diaria para cualquier adicto, se trate de la vida o de la muerte. 

Cuando el alcohol se tornó en su enfermedad, se transformó en un ser desesperado, aislado, desconocido hasta para él mismo. Detenerse, interrumpirse, es algo así como descansar, y esto querrá decir, quedarse quieto, evitar placeres pasajeros. Aceptar lo que no me satisface para ser amado por quienes jamás amaré, no alcanzará seguramente mi bienestar, si fuese posible en esta tierra. Este descansar será desandar el camino recorrido, donde la angustia de a poco fue siendo soberana. Freud define a la droga como "quitapenas", es común escuchar a un alcóholico usar del trago como una manera de no pensar, de olvidar, de no ser el que no puede soportar por la falta de placer y la imposibilidad de realización que lo destroza, el vaso de alcohol, cambia su estado en el mismo momento que lo pide. Los hombres saben que con ese “quitapenas” siempre podrán escapar al peso de la realidad, refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad. También sabemos, que es precisamente esta cualidad del alcohol, la que entraña su peligro y su nocividad. El alcohol facilitará escapar al dolor, a los sufrimientos, o a la angustia que impone el vivir, sostenida la ilusión con anestesia.
Desde el Renacimiento hasta la actualidad la literatura universal nos ha brindado muchas versiones del tema del individuo que pacta con el diablo y arriesga su alma empujada por la sed del saber. Fue el genio del poeta alemán Goethe, con “Fausto”, que dio el más hondo significado al tema que estamos tratando. Así Fausto escapa de las manos de Mefistófeles definitivamente para ascender bienaventurado al cielo en la escena final.

Dice Goethe: “Cuando el hombre no es conocido, ni puede ser pensado por el laberinto de su entraña, vaga durante la noche”.

Lic. Lucía Serrano – Psicoanalista

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