jueves, 2 de junio de 2016

PSICOANÁLISIS Y POESÍA – JUNIO 2016-

EL ORDEN DEL LENGUAJE

                                                   “la interpretación analítica llega mucho más  
                                                     lejos que la palabra” Jacques Lacan  
                            
Es un hecho que la Humanidad entera admite, que hay un antes y un después de Freud, sin que resulte sencillo precisar en que consiste ese corte que nombramos con su nombre, determinar su sentido, su verdadera dimensión.  El descubrimiento freudiano, se halla referido a una irrupción que, efectuada de una vez para siempre, se presenta sin embargo en el punto de su concreción, en estado de inminente realización, como capaz de desdibujarse en el instante mismo en que se efectiviza.
Tal la luminosa fugacidad del inconsciente, su tiempo luciérnaga, el que explica buena parte de su magia y su sorpresa: una verdad que se ilumina en el momento de desaparecer, una marca de agua entre el tropiezo y la vacilación, la estela fugitiva de una aparición cuyos rastros se desvanecen una y otra vez.
Prometidas al olvido, las formaciones del inconsciente se esfuman de improviso con la misma rapidez con que ven la luz.
Imprevisible el inconsciente freudiano juega con palabras, escribe con imágenes y exhibe una memoria más potente que la de un ordenador, respondiendo antes que surja una pregunta y preguntando lo que nadie sabría responder, para apremiarnos en los confines de lo que ignoramos y empujarnos más allá de lo que querríamos saber.
El inconsciente palpita en un incesante movimiento de apertura y cierre, dejando entrever un invisible sedimento que, ajeno al tiempo y al espacio, por fuera de cualquier lugar, reúne, dispares, las huellas de palabras oídas e imágenes vistas, escenas fantaseadas o imaginadas que se enlazan y articulan en la forma de un saber que determina al sujeto.
Pensamientos impensados, pensamientos sin pensador, pensamientos que se imponen a la voluntad de la vida con el rigor de un destino.El psicoanálisis constata en su clínica la maldición del lenguaje.
Después de Freud, sabemos que la palabra altera al cuerpo, lo marca, lo enajena. Doble movimiento de pérdida inevitable y reemplazo inadecuado por el que lo necesario que guiaría al instinto de preservación de la vida, cede su lugar a la repetición de un encuentro contingente que lo mortifica: allí donde el eco del decir alcanza al cuerpo, se circunscribe una satisfacción sin utilidad que, cuando no se subordina a la homeostasis que regula al organismo, pone en evidencia un placer cuyo estatuto exige reformular su principio, hasta incluir en él, un paradójico placer de lo displacentero.
Freud lo encuentra en el síntoma, esa doble forma universal y singular de malestar que agobia al hombre en la cultura, poniendo de relieve un régimen particularísimo de la sexualidad.
El orden del lenguaje hace estallar su cauce, apartándola de cualquier finalidad reproductiva. Exiliada de las vías sensoriales por las que la imagen orienta el comportamiento en el mundo animal, la sexualidad del ser hablante se revela polimorfa, fragmentada, dispersa, condicionada por el accidente y el tropiezo. El inconsciente se revela así efecto del extraño trastorno que afecta al hablante, testimoniando de la falta de inscripción de la proporción sexual en el cuerpo, es decir, la ausencia de un conocimiento predeterminado del objeto adecuado a su realización, como de la acción consumatoria que le convendría.
Se verifica así, la singularidad de una sexualidad no escrita, fuera de lugar, nunca enteramente allí donde se la espera encontrar.
Después de Freud, la conciencia no se superpone al sujeto, ni lo agota, y éste deviene responsable, más allá de aquella, de sus producciones insabidas. El soñante debe, entonces, responder por el contenido de sus sueños, el que habla por sus lapsus, el ingenioso por su chiste, el neurótico por su síntoma y el sufriente deviene cómplice y partícipe necesario de las desdichas que lo aquejan. Después de Freud, el ser que habla puede saber que ignora lo que dice, porque al hablar dice más de lo que sabe, y que allí donde cree comunicarse, habla por hablar
LIC. LUCIA C. SERRANO – PSICOANALISTA
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(consultorio en Tigre y en Cap.Fed.- Bs.As.- Argentina)