sábado, 14 de marzo de 2015

PSICOANÁLISIS Y POESÍA – MARZO 2015-

 “Ningún puente es pensable, hay que saltar, este salto es el guardián y la prueba del umbral analítico”. “Pienso donde no soy, soy donde no pienso” Jacques Lacan

En la trayectoria de una cura, la causa puede identificarse con lo que queda por decir.
El ser de cada uno de nosotros se constituye. Por eso decimos que en análisis el hombre no progresa, cambia.
Un psicoanalista tiene que arreglar el mundo psíquico del paciente, e interpretar los deseos inconscientes que se juegan en la vida y en las relaciones del paciente. No tiene que arreglar la vida del paciente, eso lo tiene que hacer el paciente. El paciente con toda la información sobre sí, con esa verdad sobre su propia vida, todavía tendrá que transformar su vida.
No es el psicoanalista el que transforma la vida del paciente, es una decisión del paciente.
Desde el escrito anterior, venimos trabajando todo aquello que se opone al trabajo terapeútico, es decir al esclarecimiento de los síntomas y a la progresión de la cura.
Vimos el concepto de resistencia, como todo aquello que en los actos y palabras del analizado se opone al acceso de éste a su inconsciente.
Al principio Freud intentó vencer este obstáculo mediante la insistencia, (fuerza de sentido opuesto a la resistencia) y la persuasión, antes de reconocer en él un medio de acceso a lo reprimido y al secreto de la neurosis, en efecto, en la resistencia y la represión se ven actuar las mismas fuerzas. En este sentido, todo el avance de la técnica analítica ha consistido en una apreciación más justa de la resistencia, es decir, del hecho clínico, que no basta comunicar a los pacientes el sentido de sus síntomas para que desaparezca la represión.
Es sabido que Freud consideró como características específicas de su técnica, la interpretación de la resistencia y la de la transferencia. Es más, la transferencia, debe considerarse en parte como una resistencia, en la medida en que reemplaza el recuerdo verbalizado por la repetición actuada, a esto debe añadirse que la resistencia utiliza la transferencia, pero no la constituye.
Encontramos aquí dos elementos de explicación: la resistencia viene regulada por su distancia respecto a lo reprimido, por otra parte, corresponde a una función defensiva. Posteriormente se hace recaer el acento en la defensa ejercida por el yo. El inconsciente, es decir, lo reprimido, no opone ningún tipo de resistencia a los esfuerzos de la cura, de hecho, sólo tiende a vencer la presión que actúa sobre él y abrirse camino hacia la conciencia, o hacia la descarga mediante la acción real.
No obstante Freud se rehusó asimilar el fenómeno de la resistencia a los mecanismos de defensa inherentes a la estructura del yo. De este modo la pregunta era ¿qué resiste? Reconociendo como obstáculo último al trabajo analítico una resistencia radical.
Era necesario postular la existencia junto a la repetición de las necesidades, de una necesidad de la repetición, radicalmente distinta y más fundamental.
Aunque Freud reconoce que la compulsión a la repetición no puede detectarse en estado puro, sino que aparece siempre reforzada por motivos que obedecen al principio de placer, concederá cada vez mayor importancia a este concepto hasta el final de su obra y finalmente en un texto posterior “Inhibición, Síntoma y Angustia” -1926, ve en la compulsión a la repetición el tipo mismo de resistencia propia del inconsciente.
Con esto pone verdaderamente en tela de juicio, el predominio del principio de placer.
Así Freud, rompe con la idea de que el ser humano busca su bien. (continuará)

Lic. Lucía Serrano – Poeta y Psicoanalista.

Pedir entrevista: 4-749-6127- 15-5040-2292

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